domingo, 4 de diciembre de 2011

El camino de Dios y el hombre

El camino de Dios y el hombre


El camino de Dios y el hombre

La Biblia nos habla de la historia de la relación (confluencia) de Dios con su pueblo. Esa relación es el ejercicio del compañerismo, y esta relación se lleva a cabo en la casa de comunión. Porque Dios habita en medio de su pueblo. El no es un nómada trascendente que solamente puede vagar, que nunca llega a descansar a su casa. Esa es la clase de retrato de Dios que la gente con frecuencia ha querido pintar, pero la Biblia no habla de esa manera acerca de Dios. Es decir: Dios nunca habla de esa manera acerca de sí mismo.

Pero esta observación no es todo lo que hay que decir acerca de la relación de Dios con su pueblo. Porque nosotros hacemos eco de la Biblia también cuando observamos que esta relación es una ruta o senda: Dios y el hombre viajan juntos. Su ruta los lleva a través de tierras y épocas.

Ustedes incluso podrían escribir un diario sobre ello. Podrían tomar un atlas y un calendario, y ponerlos junto a las notas del diario. La relación entre Dios y su pueblo tiene un carácter geográfico e histórico demostrable. Esa es sólo una de las razones por qué nosotros hablamos de la historia de la salvación: Dios y el hombre habitan juntos y están viajando juntos.

Este hecho está muy relacionado con el propósito de Dios para el hombre. Dios creó al hombre como un ser histórico, y lo hace vivir en el espacio y el tiempo. Por esa razón, el hombre no puede ser otra cosa que un viajero en ruta a su hogar eterno.

Cuando Dios y el hombre habitan juntos y viajan juntos, la suya no es una cohabitación callada o un viaje silencioso. Dios y su pueblo hablan juntos en el viaje.

Además, Dios realiza muchos hechos, y en ellos también, él está hablando. Su relación se lleva a cabo aquí también, o declarado más fuertemente: solamente de esta manera es posible su relación.

Con frecuencia Dios anuncia sus hechos, y después los realiza. De esa manera, Dios se muestra a sí mismo a su pueblo y al mundo. El revela su nombre, divulga sus planes, su estrategia, su voluntad e intenciones. A todo esto le llamamos la revelación de Dios. No es de extrañar, entonces, que hemos llegado a hablar de la historia de la revelación.

En este punto estamos tratando con aquel carácter histórico de la salvación y de la revelación. En nuestra opinión, podemos enfocar este asunto muy bien si ponemos atención al lenguaje de la Biblia concerniente a la frase el camino. Muy frecuentemente esa frase funciona en referencia a la manera en la cual Dios viaja con su pueblo. Es una frase muy simple de la Biblia por la que tenemos el hábito de llamarla historia de la salvación.

Por ejemplo, leemos en Deuteronomio 8:2 que Israel tiene que recordar todo el camino por el cual el Señor su Dios lo había guiado por cuarenta años en el desierto. Cuando Moisés le dio este mandamiento a Israel, quería decir más que simplemente recordar la ruta que Israel tomó a través del desierto. A el camino pertenecían también las señales y maravillas, las experiencias difíciles y deleitosas en breve: toda la revelación que Dios le había dado a Israel en la ruta. Se refería a ese específico camino de revelación, junto al cual Dios había guiado a su pueblo como el Líder de la procesión, de acuerdo a Deuteronomio 1:30-33 (cf. también Deut. 24:9 y 25:17). Israel no debía nunca perder otra vez de vista ese sendero, porque este camino es determinativo para toda la historia subsiguiente del pueblo. Por lo tanto, Israel tiene que entender bien que el camino de Egipto a Canaán había sido un camino definido e irreversible hacia el futuro. Significaría un juicio colosal si, a pesar de esto, Israel hubiera viajado camino de regreso (cf. Deut. 17:16 y 28:68).

El sucesor de Moisés, Josué, dijo precisamente esto en su discurso de despedida: porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos (Jos. 24:17). Aquí la palabra camino es simplemente una referencia a lo que nosotros tendemos a llamar la historia de la revelación y la historia de la salvación.

Podemos decir aun más acerca de esta manera bíblica de hablar. Porque nos parece que el término camino es al mismo tiempo una referencia al mandamiento de Dios. Caminar en el camino del Señor es una descripción de guardar los mandamientos de Dios. Ahora surge la pregunta: ¿Cuál es la conexión entre el camino de salvación y guardar la ley de Dios?

Una vez más el libro de Deuteronomio nos provee la solución a este enigma. Para Israel, el viaje del desierto fue simultáneamente su crianza en el conocimiento y temor del Señor. Las experiencias de Israel con el Señor en este viaje constituyen los motivos detrás de los mandamientos y ordenanzas. Dios se reveló a sí mismo como un Dios único.

Porque el Dios viviente derrotó a todos los ídolos de los paganos. Este Dios viajó con su pueblo hasta ahora una ruta desconocida, y en este camino llevó a su pueblo consigo mismo al futuro. De este modo, el Dios santo viajó en un camino santo con Israel, y de esta manera constituyó a Israel en un pueblo santo. Guardar los mandamientos de Dios le da forma a esta santidad. La historia de la redención es la base del mandamiento. Esto es evidente inmediatamente del así llamado prólogo del Decálogo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto de casa de servidumbre. Así como ustedes me han llegado a conocerme, y por lo tanto no tendrán dioses ajenos delante de mí (Primer Mandamiento), y así sucesivamente. Hay muchos más textos que son relevantes para este rasgo de la relación de Dios con su pueblo. Deuteronomio 8:2-6 nos ofrece quizás el ejemplo más impresionante.

Cuando Israel pecó, estaba siendo infiel al Señor y estaba auto-conscientemente ignorando la historia que Dios había llevado a cabo. En ese punto Israel iba detrás de otros dioses, dioses con quienes Israel nunca disfrutó una relación positiva (dioses extraños, a quienes Israel no conocía, cf. Deut. 32:12, 17). En tal caso la Biblia dice que Israel se apartó del camino (cf. Éx. 32:8; Deut. 9:12, 16; 11:28; 13:5-6; 32:15-18; Juec. 2:17; Sal. 95:10; Heb. 3:10). El término camino puede así referirse a las acciones de Dios y a las acciones de los hombres al conocer (o ignorar) los caminos del Señor.

Claramente, la historia de la salvación y la ética están relacionadas integralmente.

Finalmente, nos gustaría mirar un tercer aspecto de la manera en que la Biblia habla acerca del camino. El camino también puede referirse al plan o propósitos del Señor.

En un momento extremadamente crítico, cuando Moisés le pidió a Dios, Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo (Éx. 33:13), él le estaba preguntando a Dios sobre su última intención: Señor, ¿cuál es tu plan? De la misma manera, Isaías 55:8-9 habla de los caminos de Dios y de los pensamientos de Dios como asuntos paralelos. Aquí están implicadas las intenciones redentoras de Dios.

Si hacemos un paralelo de lo que hemos venido tratando en estas publicaciones, con lo que el cristianismo de hoy está viviendo, podemos ver claramente que la iglesia de hoy ya hace mucho ha comenzado a abandonar el camino del Señor, sirviendo y buscando a dioses que no conocieron, dioses como la prosperidad (con el evangelio de la prosperidad o el evangelio de la codicia, como nosotros lo llamamos), el poder místico (el evangelio de poder), la diversión y el placer a cualquier costo (el ecumenismo). No hay duda que el juicio de Dios para esas prácticas y para su iglesia no se tarda.

 

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