viernes, 28 de octubre de 2011

¿EL EVANGELIO SEGÚN san HOMBRE, O EL EVANGELIO DE DIOS?


(Gálatas 1: 8-10) “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema (*). Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”

(*) Anatema (en gr. anathema), se traduce como maldito, y se refiere al acto de dedicar a alguien a su destrucción en el infierno eterno (Ro. 9: 3; 1 Co. 12: 3; 16: 22)

El apóstol Pablo se quedó asombrado de aquellos gálatas que al poco de haber recibido y creído en el Evangelio, con tanta facilidad, o con tanta rapidez, habían desertado de la verdadera fe, y todo por escuchar y recibir las doctrinas heréticas de los falsos maestros de aquel entonces.

Aquellos gálatas se confesaban cristianos, pero al poco seguían un evangelio diferente o añadido, y con excelsa claridad y rotundidad Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, concluye diciendo que anatema – es decir, maldito – es todo aquel que anuncia un evangelio añadido (Gr. lit.)

¿Exageraba Pablo? No lo creo. Pablo escribía inspirado por el Espíritu de Dios (2 Ti. 3: 16)

¿Cómo se asombraría Pablo, si viera la clase de “evangelio” que se enseña, y se vive hoy en muchos lugares? ¿De qué manera se asombraría Pablo si viera de qué manera se está dando cabida a tanto falso maestro, profeta, apóstol en nuestras iglesias y en nuestros congresos? ¿Qué diría Pablo de ese falso evangelio de la prosperidad materialista, de la negación o ausencia de la enseñanza sobre el pecado, la cruz, el infierno? ¿Qué diría Pablo, si viera que se presta más atención al porte y éxito de ese u otro ministerio, antes que a la sana doctrina de nuestro Señor Jesucristo? ¿Qué diría Pablo si viera cuánto caso omiso se hace a la exhortación divina acerca de contender ardientemente por la fe que fue, una vez y para siempre, dada a los santos? ¿Qué diría Pablo si viera cuanta laxitud y dejadez hay entre los ministros del Evangelio de hoy respecto a tanto falso ministro y falso magisterio?

Ahora bien, la cuestión final no es lo que diría Pablo, sino lo que ya dijo el Espíritu Santo: “Malditos son todos aquéllos, y si fuere el caso también de entre nosotros, incluidos ángeles del cielo, que prediquen diferente evangelio” (Gl. 1: 8, 9).

Así como aquellos gálatas no debían recibir a ningún mensajero, sin importar cuán impecables hubieran sido sus logros, su éxito, su prestigio, sus credenciales, etc. si su doctrina de salvación y santificación difería en el grado más insignificante de la verdad de Dios revelada a través de Cristo y de sus apóstoles, así tampoco nosotros, los cristianos de este tiempo.

El mensaje es el mismo. Dios es el mismo.

Un evangelio sin cruz, sin sangre, sin muerte y resurrección, no es el Evangelio.

Un evangelio donde se exalta la misericordia y amor, dícese divinos, en detrimento del verdadero carácter de Dios, no es el Evangelio.

Un evangelio que convierte en libertinaje e impudicia la gracia de Dios, porque enseña que Dios siempre tiene gracia para el pecador, aunque viva como tal, no es el Evangelio.

Un evangelio mezclado con componentes de la metafísica, la nueva era y el budismo, donde se enseña a “visualizar”, “decretar”, “confesar”, “soñar”, “el poder de la afirmación”, etc. donde se exalta el ego del oyente diciendo que hay “un campeón en ti”, etc. no es el Evangelio.

Un evangelio mezclado con elementos como el posibilismo, yoísmo, el pensamiento positivo, el mensaje positivo, la regresión, los psicodramas, la falsa guerra espiritual, etc. no es el Evangelio.

Un evangelio el cual enseña que hay que tener “éxito”, y llegar a ser “líderes de éxito”, siempre en términos naturales, no es el Evangelio.

Un evangelio que exalta y glorifica la iglesia en esta tierra, pretendiendo el dominio de ella en este mundo (Dominionismo), diciendo que ya reinamos, no es el Evangelio.

Un evangelio que exalta y promueve una actuación antibíblica del Espíritu Santo en forma de manifestaciones contrarias al orden y juicio de Dios, no es el Evangelio.

Un evangelio que enseña que el hombre ha de pactar con Dios, dándole dinero (que siempre va a parar a los bolsillos del falso apóstol de turno), para así recibir la bendición de Dios, y llegar a ser “amigo de Dios”, no es el Evangelio.

Un evangelio centrado en el hombre en vez de en Cristo, no es el Evangelio.

…y así podríamos continuar.

Hemos llegado a pensar que porque tal hombre dícese de Dios, tiene tanto éxito en términos naturales, debe ser un hombre de Dios necesariamente. Por esa regla de tres, deberíamos concluir que el papa romano es un gran hombre de Dios, ya que es una de las personas más ricas sobre la tierra.

¿Qué es lo que realmente creemos, y a qué estamos dando cabida?

Amados, es hora ya de despertar de nuestro “sueño de los inocentes”, o más bien de los ingenuos. Es hora de volver a la verdad del Evangelio, y no movernos de ahí. Es hora de tener verdadero y valiente celo de Dios, y de lo que es Su voluntad, y apartarnos de todo aquello y de todos aquellos que se presentan como evangélicos, pero no lo son.

¡Seamos verdaderos evangélicos!

Es hora de arrepentirnos de ese terrible pecado: el de no ser verdaderos atalayas de Cristo.

Por otro lado, seamos humildes, y revisemos nuestros postulados, nuestra creencia, y asegurémonos que creemos y enseñamos la verdad de la Biblia, y si no es así, hagámoslo.

Dios les bendiga

Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.


"Deception Pass". Precioso

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